“Si pintura y fotografía nos colocan ambas a la vez
y la imagen, la pintura da prioridad más bien a la primera de esas relaciones, mientras que la fotografía obliga absolutamente a su espectador a entrar .”
Con esta frase de Tisseron me gustaría resaltar lo que tiene de especial lo fotográfico, lo que le diferencia del resto de las artes visuales. Es esa capacidad que tiene la fotografía de mostrar pequeños fragmentos de la realidad, de mostrar lo que materialmente existe, lo que “podría haber sido” o lo que “podría sucedernos a nosotros”, el decirnos “esto podría pasarme a mí”.
La fotografía nos permite, más que ninguna otra herramienta generadora de imagen, meternos por unos instantes en la piel del que estuvo allí, en la piel del voyeur.
La distinción que se establece entre lo visto usual y lo uno visible, diferencia bien la idea de ver y de mirar. Lo visto usual es lo que vemos mientras que lo uno visible es lo que miramos.
Me gusta la frase en la cual el autor (del texto en el que baso esta reflexión) dice que “antes de usar la película sensible de su máquina para recibir la imagen del mundo, ¡el propio fotógrafo es ésa superficie impresionada!”. Hago hincapié en la cuidada definición de , pues no es lo mismo que .
Cuando Tisseron habla de “recibir la imagen del mundo” se refiere a la esencia misma del acto fotográfico. Al fotografiar, más que captar, encerrar o registrar la realidad, antes de todo eso, nos enfrentamos a ella mediante la mirada, mediante la observación.
En el texto se aprecia una reflexión muy profunda de lo fotográfico. Al hablarse de captar la esencia de un objeto o persona, y no sólo su presencia, se habla de un aspecto místico, casi religioso o divino de la fotografía. Me interesa mucho este tipo de reflexiones profundas en torno a algo que parece tan evidente como una fotografía.Me refiero a cuando Tisseron habla de que “el deseo que anima toda creación de imagen fotográfica es sustituir la vida tal como es por una imagen de la vida tal como la deseamos”.
Verdaderamente creo que en toda creación fotográfica (incluso en la documental) hay un deseo por parte del fotógrafo de cómo quiere mostrar esa pequeña parte del mundo que desea recibir (ya no hablaré más de captar o registrar). Siempre nuestra imagen de una fotografía estará condicionada por cómo ha querido el fotógrafo que la rercibamos.
Me interesa mucho la idea que se desarrolla en torno a los álbumes de familia. Normalmente son fotografías que conservamos celosamente, como si no quisiéramos perder de vista de dónde venimos, de cual es nuestro origen, es como asegurarnos o incluso justificar nuestra existencia: yo estoy aquí porque ellos también estuvieron.
Personalmente estoy trabajando en un proyecto con fotografías antiguas de familia. Son fotografías de familiares que ni tan siquiera conozco. Hay amigos de familia, primos que aun existen pero que no conozco u otros que ya no están. Le tengo especial cariño a una en la que aparece un grupo de niños en torno a una vieja mesa con refrescos, una tarta, unos globos colgados en el techo y al fondo una pared mugrienta. Me atrae las miradas y posiciones de esos niños y el "Puctum" (del que hablaba Roland Barthes) que juega una muchacha que casi se sale del encuadre.
Fotografía original de algunos de mis familiares
A partir de esta fotografía comencé realizando una fotocopia a la cual le realicé otra fotocopia y así sucesivamente, hasta que al final la imagen se deforma, se despersonalizan los rostros, todo se hace aún más plano. He matado una fotografía, la he hecho desaparecer, al igual que los sujetos de la misma lo hicieron en su día. Es quizás uno de mis trabajos más personales y de los que me cuesta más desprenderme.
Páginas del libro de fotocopias que realicé ya con visibles pérdidas de información
Otro aspecto que me ha llamado la atención de este texto es el proceso de elección al que se ve sometido un fotógrafo para decidir qué es mostrable y qué no lo es. Un artista se pasa la vida decidiendo, en el acto creador todo se basa en decisiones que darán una forma determinada a una obra. Fotografiar es también decidir que fotografiamos y por qué lo hacemos y qué queremos mostrar de nosotros, qué queremos decir de nosotros a través de la fotografía. Me gusta esa idea de autoconocimiento a través de lo que plasmamos y deseamos mostrar a la otredad.
Señalaré un último aspecto que me resulta interesante. La capacidad de una fotografía de transportarnos en el tiempo, de recordar olores, sabores, sensaciones o estímulos. La fotografía se convierte así en pintura, escultura, música, danza…La fotografía es mucho más que un fragmento visual de la realidad, es un fragmento real que cobra vida a través del recuerdo.
Nazaret Umpiérrez del Río
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