lunes, 21 de diciembre de 2009

Tercer artículo publicado en el periódico Crónica de Fuerteventura, Diciembre 2009
















Articulo 3


Del taller a la calle

¿Cuál es la funcionalidad del arte, a quiénes va dirigido, qué nos cuenta?.
Ya en la época griega el arte tenía unas funciones muy claras y delimitadas, la obediencia a un canon y a
unas reglas que no se debían transgredir. Lo mismo sucedía en el medievo, donde las prácticas artísticas
actuaban en servicio de la religión y no pasaban de la mera representación de escenas religiosas o la
construcción de enormes catedrales, todo bajo un mismo esquema. En el Renacimiento el arte se ocupaba
de la representación de la perspectiva, con escenas y temas religiosos o filosóficos.
Así fue ocurriendo en épocas sucesivas, donde poco a poco el arte se fue liberando del servicio exclusivo
político-religioso y se fue acercando al obrero, al pueblo, a las preocupaciones del ciudadano a pie de
calle.
Me atrevería a situar este cambio donde se rompieron estas concepciones cerradas de la supuesta funcionalidad
artística, en torno a principios de los años setenta del siglo XX, con la introducción del feminismo
y el activismo dentro de las prácticas artísticas. A partir de ahí el arte ha pasado de reflejar, describir
y representar a generar, cuestionar, modificar denunciar y presentar.
Esto quiere decir que el arte ya no sólo no debe contar, narrar o describir la realidad tal y como la conocemos
fisicamente (o como nos la han hecho conocer moralmente), sino que debe CUESTIONAR. El
arte no es ya una ficción, no es ya una escena delimitada por un marco, el arte por fin se libera y ocupa
el espacio, la realidad, el territorio, incluso destruye.
Ese es el principal objetivo de los procesos artísticos desde hace unas décadas, cuestionar esta realidad,
modificarla, denunciarla o incluso generar otras nuevas.
No sólo se han transformado las propuestas artísticas y los artistas, sino que lo ha hecho también el espectador.
El espectador ya no es un sujeto pasivo ante la obra, el espectador ahora participa en ella, interactúa,
se relaciona con ella, incluso la realiza. Podemos decir que el espectador ya no es sinónimo de
observador, pues ahora actúa, participa en la obra.
Estos cambios también han provocado que el artista deba ser mucho más creativo y participativo, así
como mucho más atento con a quiénes va dirigida su obra. El artista hoy se preocupa del uso que hacemos
del territorio, denuncia situaciones religiosas, políticas y sociales, el arte hoy no sólo es público,
sino que también es privado (aunque creo que lo personal es político, y los límites entre lo que es público
y lo que es privado se desvanece). Podemos encontrar trabajos en torno a lo público como el de Muntadas,
con sus propuestas sobre los medios de comunicación de masas, o la conocidísima obra de
Warhol con todos esos recursos superficiales que le brindaba la publicidad, hasta trabajos intimísimos y
delicados como los de Louise Bourgeois, con ese extraño y profundo universo familiar en el que todos
nos podemos sentir identificados alguna vez.
El artista nos invita a formar parte de la obra, hasta un punto en que muchas de ellas no existirían sin la
participación activa del espectador, por lo que también nosotros, los espectadores, tenemos ahora el
compromiso de participar en ella.
La concepción artesanal y técnica del artista poco tiene que ver ya con el multidisciplinar y flexible
creativo que observa, analiza, modifica y se sirve de las herramientas que le ofrece su entorno para invitarnos
a participar de sus visiones.
El artista ya no se queda en el taller, como antaño hacían los viejos maestros, el artista hoy sale a la
calle, se sumerge y participa en ella, la cuestiona y la transforma, y si hace falta le dará la vuelta para
que podamos ver más allá de nuestras narices.

Nazaret Umpiérrez del Río

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