Hace algún tiempo publiqué en este blog una entrada sobre fotografía y la relación directa que ésta guarda con la muerte y la desintegración. Me serví como ejemplo de aquellas reflexiones con un boceto que había concebido para una de las asignaturas de proyecto en la facultad. Se trataba de un proceso de destrucción de una fotografía familiar, en la que a través de una paciente realización de un gran número de fotocopias de las anteriores fotocopias que partían de la fotografía original, iba provocando una desintegración de las formas, una despersonalización de los rostros y las identidades de aquellos parientes.
El proyecto se quedó como un bosquejo, pero de esos bosquejos a los que les tomas cariño porque de alguna forma la idea que la concibe te interesa de verdad, y porque de alguna forma ese boceto tiene una especie de fuerza atronadora para convertirse en algo más, en un proyecto mucho más complejo, extenso, ambicioso, autobiográfico e íntimo, pues como bien dice el artista Matthew Barney, "lo importante es tener la disciplina de seguir una idea hasta el final, de llevarla hasta el límite".
La cosa es que aquello se había quedado aquí, en mi estanteria, durante un año, pues en aquel entonces era mi último año de carrera y la transición y depresión postuniversitaria, que en mi caso conllevaba también la vuelta a casa, de Granada, donde había adquirido aquellas disciplinas artísticas, rodeada de compañeros y amigos de facultad con los que compartir ideas y en los que encontrar inspiraciones y aspiraciones, donde la oferta de concursos, certámenes y exposiciones te rodeaba, a volver a Fuerteventura, una isla menor de las Canarias, excluída de aquella actividad universitaria que me motivaba a proyectar, ha hecho que mi actividad creativa se haya quedado estancada.
Hace unas semanas sacudí el polvo a todos los apuntes del resultado de mis investigaciones durante la carrera, montañitas de notas, cuadernos y fotocopias que había podido recolectar en mis horas de biblioteca. Una vez releídos y reabsorvidos, decidí volver a aquel boceto de fotocopias.
Me pregunto si ha sido una necesidad o el remordimiento de escasa actividad artística, la que ha hecho que me atrajera poderosamente otra vez esta idea de la memoria, de la muerte, de la desintegración, del tiempo, de lo impreciso, de lo efímero y de lo familiar a la mente, y digo que no sé si ha sido por algún tipo de necesidad subconsciente, porque este mismo mes ha hecho un año de la muerte de un familiar cercano, que se fue en apenas 15 días después de diagnosticársele una enfermedad, y creo que es el impacto de la idea de que un dia te encuentras perfectamente y que de repente desapareces en apenas unos días, el que haya podido tener una especie de poder que activara de alguna forma mi sensibilidad respecto a este tema en concreto, pues de alguna forma, con la experiencia de la muerte de un ser cercano, he visto encarnados muchos conceptos que habia trabajado, el de la desintegración, el de la muerte, el tiempo, el de lo efímero y delicado que es el cuerpo.
El caso es que me he propuesto tomarme en serio este proyecto, retomar fotografías familiares y volver a plantear piezas sobre la desintegración de la imagen, que al fin y al cabo termina siendo un recuerdo. Lo último que me he planteado es llevar al vídeo esta idea, con la misma metodología que quiero hacer con las fotografías familiares, de manera que a partir de un registro audiovisual de mi propio rostro, realicé un proceso de desintegración y desaparición de la imagen original mediante la repetición, a modo de letanía, como una especie de transición o camino hacia la muerte.
Esta misma tarde he realizado un boceto videográfico en el que quería explorar el resultado de la grabación de un vídeo que es regrabado una y otra vez con cada copia, a través de un monitor.
Es una transición real, una destrucción real de un archivo, que presenta, y no que"representa", mi propia muerte digital. Me han resultado interesantes los caprichos sonoros y formales de la desintegración:
Las líneas de mi rostro se van deformando, las proporciones se van alterando, voy adquiriendo un color azulado, las líneas de la pantalla analógica marcan mi cara, a penas se advierten mis ojos ya, me voy transformando en un plano monocromático con manchas que aparecen y desaparecen. El sonido ambiente también se va transformando, adquiriendo cada vez más una identidad musical, a modo de alguna pieza experimental, como una melodía que se volatiliza junto con las formas. Parece como un viaje a otra dimensión, me recuerda a la idea que dice que somos el producto de polvo de estrella, y en efecto, el archivo va adquiriendo gradualmente, un carácter estelar.
Tengo pensado llevar a cabo bien esta pieza, con una cámara mejor y con un trabajo más concienzudo de transiciones entre los planos que ayuden a la continuidad de la misma.
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